jueves, 30 de diciembre de 2010

Arrivederci


Un año acaba, otro empieza. Dejo Roma, vuelvo a Madrid. Sueño con Piazza Navona. Sueño que paseo para ir a trabajar. Sueño que vuelvo y le digo arrivederci. Porque Roma no se va. Estará ahí siempre, con su doble cara, eterna.

domingo, 5 de diciembre de 2010

¿Qué fue de la "canzone" italiana?

Esta semana se conoció la noticia de que Italia vuelve al Festival de Eurovisión, después de 13 años de ausencia. Buena o mala noticia, no lo sé, puesto que la canción “eurovisiva” nunca fue Santo de mi devoción. En todo caso, me sugiere a voces un interrogante: ¿Qué fue de la canción italiana?

Hace casi un año que vivo en Italia y me he hecho muchas veces esta pregunta. Empezaré por el principio. Desde mi primera semana en Roma he pasado varias horas entre los estantes de la Feltrinelli -una Fnac a la italiana- fascinada por decenas de discos de nombres conocidos, canciones de éxito y álbumes que quería descubrir. Gracias al lector gratuito de CD’s y a las largas tardes de lluvia "ojear" música se convirtió en una de mis actividades predilectas. Me perdía entre los interminables títulos de la “Canzone italiana”, intrigada por saber más sobre lo que habría detrás de Mina o Patty Bravo, de “Volare” o “Sapore di Sale”.

Descubrí a Rino Gaetano, un genio que hizo de la música buen rollo a pesar de presagiar su trágica muerte en una de sus canciones. En 1981, a los 31 años, murió tras un accidente de coche y después de que cinco hospitales romanos se negaran a atenderle. Un misterio que Italia aún busca resolver y que –suele ser así- le da un punto más para entrar en la selecta categoría de los mitos. Por cierto, uno de sus grandes éxitos, es -desde el mes de enero, por lo menos- sintonía de un anuncio televisivo.



Compré algunos discos: Franco Battiato, Ligabue, Vasco Rossi, Lucio Battisti... Me perdí entre tanto material, empaquetado en cuidadas ediciones, etiquetado con ofertas y reofertas especiales, anzuelo perfecto para todo cliente compulsivo. Luego abrí los discos, me detuve entre fotos y letras que tomé como divertidos ejercicios de lengua; confirmé que si el amor es el tema musical por antonomasia, en Italia más todavía; entendí que hay matices dentro de la “canzone”, que hay un mundo entre De Gregori y Al Bano. Hasta ahí desarrollé un placentero pasatiempo. Después llegó San Remo.

El Festival, durante años la antesala italiana a Eurovisión, contó este año, entre otros, con la participación del príncipe Emanuele Filiberto de Saboya –abucheado, ¡menos mal!, por el público- y trajo un nombre a los escaparates de la Feltrinelli: Valerio Scanu.

No quiero detenerme mucho en este chico de 19 años que se convirtió en el ganador más joven de San Remo, ni tampoco en sus canciones vacías y facilonas -lo siento, quizás él no tenga la culpa-. Pero entendí muchas cosas cuando su disco post-San Remo se convirtió en líder de ventas e invadió durante meses la Feltrinelli. Entonces me di cuenta de que todos esos artistas que había descubierto con tanto interés, incluido Rino Gaetano, pasaron en algún momento por el Teatro Ariston.

Ahí tuve claro que Italia y San Remo son paradigma de cómo la televisión ha instrumentalizado la música, subordinándola al entretenimiento, sustrayéndole su esencia en beneficio del poder mediático. En España, por desgracia, también tenemos numerosos ejemplos de este fenómeno. En Reino Unido también, no hay más que ver a Susan Boyle y compañía. Pero Italia se lleva la palma y, aunque unos pocos hayan sabido diferenciarse en ese pozo televisivo, su “canzone” sigue hoy el mismo recorrido que antaño, con el añadido de los Youtube, MySpace y demás cajones de sastre.

Por suerte, si uno tiene tiempo, puede ir a pequeños locales, a las revistas del género y también, por supuesto, a esos Youtube y My Space para excavar bajo ese escenario que promociona a artistas de cada vez más dudoso talento y que explota a sus viejos mitos hasta la saciedad. Gracias a esos canales he podido acercarme a nuevos grupos como Subsonica, Le luci della centrale elettrica, Zero Assoluto o Il teatro degli orrori, y me he dejado a muchos por el camino, grupos y artistas emergentes que, seguro, tienen mucho que ofrecer.


Hasta que se acerque San Remo seguirá siendo un placer bucear en la Feltrinelli. Y sonreiré siempre cuando escuche “La canzone del sole” y “Buonanotte fiorellino”, aunque para muchos sean excesivos terrones de azúcar. Me gustan esos cantautores, me gustan esas letras susurradas en la lengua (bien) hablada más bonita del mundo. Sólo me inquieta que Italia poco pueda hacer ya para librarse de la desgastada etiqueta de su eterno festival y que su vuelta a Eurovisión sólo sirva para volver a dibujarla.