martes, 23 de junio de 2015

Una caja de música



Llego a Barcelona a las 11:20. El primer día de verano me regala un lunes de trabajo en mi ciudad. Madrid-Barcelona, one more time. Una suerte empezar la semana junto al mar, para entrevistar a dos grandes de la cocina, Ferran Adrià y Christian Escribà, pastelero y maestro de Albert Adrià, el mago de los dulces de El Bulli. 

Descargamos los bártulos en el obrador de Escribà, un paraíso dulce, un nido de sueños dalinianos de azúcar, donde el merengue cuelga del techo y todo es posible: anillos de caramelo, zapatos de chocolate, figuras gigantes de merengue, amapolas de azúcar... No hay límites a la creatividad. 

La cita es más tarde y aprovechamos para ir a La Rambla a ver la otra casa de este pastelero, un pequeño local esquina con la calle del Carme, con una espectacular fachada modernista, vidrieras de mosaicos policromados hechos con la técnica del "trencadís", tan característica de la Barcelona de Gaudí.

Pero el paseo se convierte en un viaje en el tiempo cuando llegamos sin planearlo a la Casa Beethoven, una tienda especializada en partituras de música, poblada de cientos de miles de páginas de notas musicales, a la que iba con mi padre de pequeña. Siempre curioseábamos entre libros y notas. Si querías una canción, te la buscaban. Si no la encontrabas, prácticamente te la fabricaban. Casi toda mi biblioteca musical está formada por las pequeñas adquisiciones que hacía con mi padre cuando paseábamos por La Rambla. Siempre nos parábamos y, casi siempre, entre mi timidez y mi pudor de niña, me sentaba en aquel viejo piano, para hacer sonar sus teclas. "Nos hemos visto más veces", me dijo ayer el dueño. Muchas veces paré en este rincón, de mis favoritos de la ciudad, y veía el tiempo pasar ensayando alguna de esas partituras, tanteando su dificultad para ver si me atrevía con ellas o no. Un lugar cargado de magia, de los pocos que la conservan en esa abarrotada Rambla, contaminada de puestos de souvenirs y quioscos para turistas. Me emociona ver que esta casa, una auténtica caja de música, aún sigue en pie, con la autenticidad y la pasión de sus dueños, con el olor de siempre, con el eco de las notas de su viejo piano. "Aquí todavía no vendemos camisetas de Messi", me dijo Jaume, el hijo. "Vuelve pronto, vuelve pronto a tocar nuestro piano". 

Hay lugares que me hacen vibrar, y este es uno de ellos. Pocos minutos después se cayó un enorme platanero en plena Rambla. Por suerte no ocurrió nada, surrealismo barcelonés, dada la cantidad de gente que paseaba aquella hora en la que es, probablemente, la calle más transitada de Barcelona. El ruido de su desgarro lanzó la alarma y los paseantes reaccionaron a tiempo. Aunque quizá no me enteré porque se paró el tiempo en la Casa Beethoven, cuando volví a sentarme en ese viejo Stutgart a tocar. Un momento mágico, el de este primer día de verano, que despertó recuerdos que me acompañarán siempre. Una caja de música maravillosa, genuina, que sueño abrir pronto, como hacía, en un paseo por La Rambla. Per molts anys, Casa Beethoven.