jueves, 8 de abril de 2010

Silencio

Hablo con un compañero. Está asustado. Inquieto. Y es que -dice- el primer ministro de este país, Silvio Berlusconi, está “muy callado”. Me pregunto si ese es buen o mal síntoma, si puede desencadenar o no una vorágine política y si quizás –caso remoto- sea una señal, buena para muchos, que indique que el hombre está mayor y que aún no se ha recuperado de la agresión que sufrió hace unos meses. Pero no dejo de sorprenderme, todas las mañanas, cuando paso en autobús por Palazzo Grazioli, la residencia del político en Roma.
Delante de esa “casa” –es un palacio diseñado por un importante arquitecto barroco, Camilo Arcucci- , siempre hay gente aguardando en la puerta. Ni que decir tiene que las 24 horas hay una legión de Carabinieri custodiando el palacio. A veces hay cámaras y periodistas, porque "Il Cavaliere" reserva ese lugar para algunas citas de partido. Pero también hay niños, jóvenes, adultos y ancianos, con cámaras de fotos a punto. Ansían su salida. ¿Esperan a un ídolo? Más de una vez me he planteado bajar del autobús y preguntarles a esas personas qué demonios hacen ahí.

Cosas pequeñas como ésta me llevan a pensar que, además de una ciudad maravillosa, Roma es una ciudad-pueblo que se mira el ombligo sin la ambición de alzar la vista.

Llevo poco tiempo en Italia para comprender y mucho menos para juzgar. Poco a poco voy dibujando el esquema de las fuerzas políticas, de la historia y del presente del país. A veces ayuda hablar con gente del lugar. Pero también preocupa: ni siquiera los propios italianos, aquellos que sí alzan la vista, son capaces de explicar –ni de explicarse- el porqué del arcaísmo, del silencio, del vacío o del entramado legal que favorece a un sistema disfrazado de democracia.

Afortunadamente, no todos esperan en la puerta de Palazzo Grazzioli. Hoy llegué a la delegación, tuve el placer de escribir esta noticia (http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/07/cultura/1270660000.html) y descubrir que, entre tanta indiferencia, hay gente que lucha contra la impunidad.

Sabina Guzzanti aparece justo a tiempo. Ayer se cumplió un año del terremoto de Los Abruzos. Además de cobrarse 308 vidas, el seísmo devastó gran parte del patrimonio cultural de L’Aquila, el epicentro del desastre. Una ciudad medieval que al parecer es una pequeña joya arquitectónica. O lo era, porque sus habitantes aún no han visto cumplidas las promesas de reconstrucción y viven entre grietas. Eso enciende más preguntas.

Para colmo, ¡hace unos días se desplomó un trozo de la Domus Áurea!

Sólo pienso en voz alta, construyo mi esquema. Busco respuestas. Y me fascina, por ejemplo, que Italia sea el país con más lugares declarados “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO. Pero, ¿de verdad eso importa a alguien?

1 comentario:

  1. Niña, eso fue precisamente lo que pensé cuando fui a Roma, que había ruinas descuidadas por todas partes. En el lugar del que vengo, harían monumentos y museos alrededor de cualquier piedra mucho más pequeña (porque no nos sobran las antiguedades, claro), quizás por eso nos sorprenda tanto descuido.

    Pero es bueno, salir y vivir las cosas desde el lugar en el que suceden.

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