martes, 3 de febrero de 2015

Una de cine: el efecto Nueva York

Cuando volví de Nueva York, necesité una semana para recuperarme. No por las largas caminatas, ni por el cansancio, ni el jetlag. Apuesto que todo el que ha estado en Nueva York entiende la terrible sensación que te aturde cuando vuelves. Es como si se pinchara una burbuja, una burbuja de cine, en la que has estado flotando unos días. Y no puedes evitar pensar en lo feliz que serías viviendo en esa ciudad, -probablemente la ciudad más filmada de la historia, que crees conocer antes de conocerla- y ver todas las películas del mundo en las que los personajes recorren esos escenarios que, ahora sí, tú también has pisado, paseado y fotografiado. 

Mi buen amigo Sergio, que me acogió unos días en la ciudad, me recomendó “La vida inesperada”, una película española de la que había oído hablar sin grandes expectativas, que me emocionó, quizá por la frescura de mis recuerdos, pero también porque cuenta una realidad como un templo: las ciudades, no es lo mismo viajarlas que vivirlas. Por mucho que Nueva York sea la ciudad de las oportunidades no es evidente encontrarlas, y mucho hay que pasarlas -a veces muy canutas- para ganarse el pan, y -más todavía- lograr pagarse un techo, por pequeño que sea. 

Con una fotografía espectacular de Nueva York, que me ha recordado inevitablemente a "Manhattan", de Woody Allen, con un claro guiño en una de sus escenas, esta comedia española, de la mano de un Javier Cámara sembrado que ha protagonizado este año dos grandes películas del cine español (con "Vivir es Fácil con los Ojos Cerrados", que finalmente se ha quedado fuera de los Óscar), retrata la dificultad de buscarse la vida fuera y lo idealizado que lo tenemos a veces, como le ocurre al primo del protagonista (Raúl Arévalo), que se ve incapaz de construir una vida allí, quizá por miedo, conformismo o falta de coraje para abandonar esa vida aparentemente perfecta que en realidad no le hace feliz. 





Recomiendo la película -en versión original, por favor, sin partes dobladas que destrozan su gracia- a quienes quieran ir o hayan ido a Nueva York, pero sobre todo a todos aquellos que hayan tenido que empezar de cero. También a quien crea que en el cine español no hay buenas historias. Ésta estuvo guardada en el cajón durante años hasta que logró financiación. Más allá de Nueva York, con su imagen y su nostalgia, nos invita a disfrutar de la vida recordándonos que, aunque a veces no dependa de nosotros, hace falta valor para abrir y cerrar puertas.

“La vida tiene a veces giros inesperados y hay que estar atento y aprovecharlos”.

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