viernes, 27 de marzo de 2015

Alteración consciente

Y, de repente, un viernes cualquiera, te alteras. Ese run-run del canal 24 horas que tienes puesto todo el día en la redacción, y en el que últimamente ves demasiada mediocridad, te recuerda que quien gobierna tu país no se lleva bien con las preguntas de los periodistas. Y te preguntas qué sentido tiene tu profesión en un momento en que los medios viven en una asfixia absoluta que impide a muchos desarrollar la investigación, el análisis o incluso el propio pensamiento. Que no hay dinero. Que hay que comer. ¿Debemos favores a quien nos informa? No. La información es poder, pero ese poder debe ser de la gente, no de los poderosos.

En mi primera clase en la universidad un buen profesor me dijo que el periodismo es contarle a la gente lo que le pasa a la gente y a mí eso no se me ha olvidado ni un solo día desde que pisé por primera vez una redacción. Habrá -ha habido- historias mejores y peores, historias que te salen de dentro y las que simplemente salen de oficio, pero siempre, y sin dudarlo, pienso en esa(s) persona(s) que está(n) leyendo, quizá a miles de kilómetros, las palabras que he escrito con un gran sentimiento de responsabilidad.

Quizá es muy fácil hablar desde la perspectiva de quien hace, por suerte, informaciones menos ásperas, más amables, y admiro mucho a los periodistas que se dedican a la política y ejercen con dignidad y éxito la profesión, a pesar de estar rodeados de mucha mediocridad. Pero me altera profundamente que toleremos esa desinformación constante de nuestros políticos, a quienes también tengo en frente de vez en cuando, con decenas de anécdotas más propias de un sainete que de una democracia. Solo deseo de verdad que, pronto, -de una vez, por favor- delante de la cámara haya alguien digno de tratar a sus ciudadanos con el respeto que se merecen.

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