sábado, 16 de enero de 2010

Lluvia romana

Llego a la Ciudad Eterna y me cuesta ser consciente de todo lo que veo. De todo lo que me va a acompañar durante los próximos meses. Miro y me angustia no poder ver nada a través de las espesas cortinas de agua formadas por la lluvia. Una lluvia insistente, constante. Muy fuerte. Hace resbaladizas las calles adoquinadas y acorrala al forastero entre el arte y el aire que respira en ellas. Entro en la “picola” via dei Canestrari. Vuelvo atrás, avanzo de nuevo, a hurtadillas y... La veo. Es Piazza Navona.

Un mundo en sí mismo que invita a perderse entre sus encantos. A erizar el vello de cualquiera que se pare a contemplar esas figuras esculpidas en varias dimensiones. Brillan a pesar de la oscuridad y encajan a la perfección. Recrean un duelo de genios.

La lluvia cae cada vez más fuerte. Me doy la vuelta y sólo veo una puertecita verde entre tiendas de souvenirs. Presiono uno de los interruptores dorados del portero automático y de repente estoy ahí: frente a ese balcón, frente a una Piazza Navona aturdida por los puestos navideños y aún más elegante y esbelta de lo que recordaba.

Tras una pequeña visita a mi nuevo lugar de trabajo comienzo la difícil tarea de buscar piso. Quizás un techo provisional en el que aposentarme o algo parecido a un “hogar”. Encuentro una habitación luminosa y amplia, un poco lejos del centro. Pero el inmenso Coliseo me regala una mirada todas las mañanas. Y quiero caer en la tentación de cambiar el segundo autobús por un paseo.

Aún en proceso de instalación, la lluvia romana me llena de extrañas sensaciones. Inquieta por la soledad de las calles oscuras, por un futuro incierto, por los dos mil kilómetros que me separan la ciudad que he dejado atrás. También, sin poder evitarlo, siento que estoy cerca, que no me he ido. Que estoy rodeada de decorados de cartón-piedra. Y me pregunto si aprenderé a vivir entre tantas toneladas de caos y armonía.

2 comentarios:

  1. Como ya te dije el otro día, seguro que la aventura romana está llena de grandes momentos. Vívelos todos a lo bestia y respira hondo en cada salto. Sé feliz. Estoy convencida de que el trabajo será positivo. El camino es todo lo demás... Un beso enorme desde Madrid

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  2. No me puedo creer que tengas este lugarcito y no me hubiera enterado. Te sigo desde el sur, bonita. A ver si cruzamos el Mediterráneo p'acá o p'allá enseguida!
    Un besazo gigante.

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