domingo, 17 de enero de 2010

Porta Portese

                                                          Carlomenta, Trastevere. Roma.

Un fin de semana de cuidado reposo a causa de mi doloroso primer encuentro con los “sampietrini” romanos –las baldosas irregulares que pavimentan la ciudad- no me ha impedido aprovechar la mañana de domingo y acercarme a conocer el mítico mercado Porta Portese del barrio de Trastevere, que me enamora por momentos. Una hilera de tenderetes se extiende cuesta arriba y cuesta abajo entre callejuelas laberínticas, donde artesanos, turistas y algún loco desorientado caminan sin rumbo.

Ahí se reúnen, desde primera hora de la mañana, miles de puestos para todos los gustos y colores, con vendedores a menudo extravagantes que se disponen a atrapar a cualquier coleccionista de antigüedades, a fetichistas, mitómanos o curiosos. Ahí se pierden, observan, regatean y fisgonean cada domingo centenares de viandantes. Y, contra todo pronóstico, tras caminar unos metros he podido comprobar que muchos también compran cosas de lo más inverosímil.

Baratijas, ropa de segunda mano –desde abrigos de visón a zapatillas usadas-, viejas muñecas de porcelana abandonadas por alguna niña aburguesada, cosméticos, herramientas, relojes de madera, teléfonos escacharrados, discos de vinilo, periódicos centenarios, cuadros falsos...

Un lugar encantador hecho para hurgar sin prisa entre cajas de cartón y polvo acumulado, donde cualquier compra exigirá posteriormente una exhaustiva operación de higiene.

Sampietrini incluidos logré pasear, mirar boquiabierta los mosaicos de la basílica Santa Maria in Trastevere y regalarle a mi paladar una rica lasagna en el también hoy descubierto Carlomenta, uno de esos restaurantes con mantel de cuadros que no entiende la separación entre mesas.

1 comentario:

  1. Visité por primera vez Roma este año en mayo (cosa imperdonable para alguien que ama el arte como yo, pero bueno, ése es otro cantar...) y una de las cosas que más me impresionó fue el Trastevere y, dentro del barrio, Santa María. Tuve la suerte de vivirlo durante una misa y confieso que me emocioné al entrar. Hay energías que sólo se generan en lugares como las iglesias (no soy especialmente religiosa, que quede claro esto) y sentí algo muy especial al cruzar la puerta del templo y escuchar los cánticos al tiempo que admiraba los mosaicos bizantinos. Sin duda, uno de mis mejores recuerdos romanos...

    Un beso y sigue compartiendo tus aventuras romanas. Gracias por adelantado

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