
Life. Trips. Music. Films. Food. Art. Una mirada al mundo desde mi ventana, inquieta, impaciente, que empezó en mi estancia con la Agencia EFE en Roma. Buscando inspiración en las pequeñas cosas.
sábado, 10 de agosto de 2013
Un abrazo a la naturaleza

miércoles, 7 de agosto de 2013
The fine art of Wine Tasting

Incluso para los que no sabemos de vino, disfrutar una buena copa con el sonido de una cascada y el vuelo de las águilas sorteando el valle es una experiencia única. Napa es una reserva natural de California, llena de negocios familiares, aunque la perfección de su paisaje revela que es también una de las zonas más caras para hacer vino. No es casualidad que sus caldos estén entre los mejores del mundo.

Por eso seguimos perdiéndonos entre el paisaje. Nos encontramos de frente con el excéntrico Castello di Amorosa, una construcción de coste estratosférico, impulsada por un millonario italiano.
El castillo tiene solo veinte años, pero todos los detalles trasladan a la época medieval. Se puede pasar la noche por un módico precio de 1.500 dólares.
Lemon Tree

martes, 6 de agosto de 2013
Welcome to America
Llegué a Berkeley cinco horas más tarde de lo previsto, a causa de unas inundaciones al parecer inéditas en el aeropuerto de Pensilvania, que me dejaron sin maleta durante cinco días y prácticamente sin ropa cuando logré tener contacto físico con la misma, porque todo llegó a mis manos en mal estado. América me dio la bienvenida peleándome con una compañía aérea y con la sensación de que la democracia más próspera del mundo es una falacia.
Rainfalls in Philadelphia Airport.
Al día siguiente, Rob y su hijo, Sam, tenían que conducir catorce horas hasta Seattle, donde iban a acampar el fin de semana, así que la sobremesa no se prolongó más allá de medianoche. Tres nacionalidades juntas. Europa y América unidas por una mesa, por una buena comida y una buena charla. Esa noche empecé a sentirme como en casa.
jueves, 30 de diciembre de 2010
Arrivederci
domingo, 5 de diciembre de 2010
¿Qué fue de la "canzone" italiana?
Hace casi un año que vivo en Italia y me he hecho muchas veces esta pregunta. Empezaré por el principio. Desde mi primera semana en Roma he pasado varias horas entre los estantes de la Feltrinelli -una Fnac a la italiana- fascinada por decenas de discos de nombres conocidos, canciones de éxito y álbumes que quería descubrir. Gracias al lector gratuito de CD’s y a las largas tardes de lluvia "ojear" música se convirtió en una de mis actividades predilectas. Me perdía entre los interminables títulos de la “Canzone italiana”, intrigada por saber más sobre lo que habría detrás de Mina o Patty Bravo, de “Volare” o “Sapore di Sale”.
Descubrí a Rino Gaetano, un genio que hizo de la música buen rollo a pesar de presagiar su trágica muerte en una de sus canciones. En 1981, a los 31 años, murió tras un accidente de coche y después de que cinco hospitales romanos se negaran a atenderle. Un misterio que Italia aún busca resolver y que –suele ser así- le da un punto más para entrar en la selecta categoría de los mitos. Por cierto, uno de sus grandes éxitos, es -desde el mes de enero, por lo menos- sintonía de un anuncio televisivo.
Compré algunos discos: Franco Battiato, Ligabue, Vasco Rossi, Lucio Battisti... Me perdí entre tanto material, empaquetado en cuidadas ediciones, etiquetado con ofertas y reofertas especiales, anzuelo perfecto para todo cliente compulsivo. Luego abrí los discos, me detuve entre fotos y letras que tomé como divertidos ejercicios de lengua; confirmé que si el amor es el tema musical por antonomasia, en Italia más todavía; entendí que hay matices dentro de la “canzone”, que hay un mundo entre De Gregori y Al Bano. Hasta ahí desarrollé un placentero pasatiempo. Después llegó San Remo.
El Festival, durante años la antesala italiana a Eurovisión, contó este año, entre otros, con la participación del príncipe Emanuele Filiberto de Saboya –abucheado, ¡menos mal!, por el público- y trajo un nombre a los escaparates de la Feltrinelli: Valerio Scanu.
No quiero detenerme mucho en este chico de 19 años que se convirtió en el ganador más joven de San Remo, ni tampoco en sus canciones vacías y facilonas -lo siento, quizás él no tenga la culpa-. Pero entendí muchas cosas cuando su disco post-San Remo se convirtió en líder de ventas e invadió durante meses la Feltrinelli. Entonces me di cuenta de que todos esos artistas que había descubierto con tanto interés, incluido Rino Gaetano, pasaron en algún momento por el Teatro Ariston.
Ahí tuve claro que Italia y San Remo son paradigma de cómo la televisión ha instrumentalizado la música, subordinándola al entretenimiento, sustrayéndole su esencia en beneficio del poder mediático. En España, por desgracia, también tenemos numerosos ejemplos de este fenómeno. En Reino Unido también, no hay más que ver a Susan Boyle y compañía. Pero Italia se lleva la palma y, aunque unos pocos hayan sabido diferenciarse en ese pozo televisivo, su “canzone” sigue hoy el mismo recorrido que antaño, con el añadido de los Youtube, MySpace y demás cajones de sastre.
Por suerte, si uno tiene tiempo, puede ir a pequeños locales, a las revistas del género y también, por supuesto, a esos Youtube y My Space para excavar bajo ese escenario que promociona a artistas de cada vez más dudoso talento y que explota a sus viejos mitos hasta la saciedad. Gracias a esos canales he podido acercarme a nuevos grupos como Subsonica, Le luci della centrale elettrica, Zero Assoluto o Il teatro degli orrori, y me he dejado a muchos por el camino, grupos y artistas emergentes que, seguro, tienen mucho que ofrecer.
Hasta que se acerque San Remo seguirá siendo un placer bucear en la Feltrinelli. Y sonreiré siempre cuando escuche “La canzone del sole” y “Buonanotte fiorellino”, aunque para muchos sean excesivos terrones de azúcar. Me gustan esos cantautores, me gustan esas letras susurradas en la lengua (bien) hablada más bonita del mundo. Sólo me inquieta que Italia poco pueda hacer ya para librarse de la desgastada etiqueta de su eterno festival y que su vuelta a Eurovisión sólo sirva para volver a dibujarla.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Doppia faccia
Pienso en el doble rostro de Roma. Pasear por ella es viajar a las emociones más extremas. Sus cuestas, sus baches o sus encantadores y a la vez incómodos “sampietrini”, son sólo una pequeña parte visible de su inagotable repertorio de incoherencias y contrastes, que sorprenden al turista y golpean al ciudadano.
Pienso en el impacto que sentí al ver por primera vez los Foros Imperiales y en el trozo de Domus Áurea que se cayó y aún no ha sido restaurado; en la Fuente de los Cuatro Ríos y el repertorio obsoleto de los músicos de la plaza; en el olor a pizza, o a café, y el de la humedad que se pega a los cristales de mis ventanas; en la alegría que respiro en cualquier trattoria y la amargura que revela siempre alguien en cualquier autobús.
Pienso que Roma tiene dos miradas, pienso en la profesora de universidad que esta mañana decía que quería marcharse de la ciudad, con resignación y nostalgia porque indefectiblemente la ama. Pienso en el conductor del autobús, que también esta mañana decidió vaciar el vehículo porque había oído rumores de una manifestación estudiantil en Termini y pensó que no era buena idea seguir su recorrido. Pienso en la vecina que me abrió las puertas de su casa cuando se me estropeó el pasapurés y en los gritos que retumban en el primer piso cuando entro en el ascensor. Pienso en ese cartel antológico que alerta del peligro de su uso: “Chi si serve dell’acensore lo fa a suo uso e pericolo” –quien se atreva a subir asume las consecuencias-.
Pienso que, en realidad, todas las ciudades tienen dos caras y muchas más. Yo he visto dos caras de Roma, pero a partir de ahora la miraré de perfil. Le daré las gracias por sus golpes y regalos, seguiré asomándome al balcón y miraré atónita la cúpula de la iglesia de Santa Agnese cuando caiga el sol. Pronto me despediré de la plaza con un hasta luego. Volveré a buscarla algún día, volverá ella a mí. Y me acompañará siempre.